LA ESTRATEGIA DEL CHIMPANCÉ
“Algunos estudios demuestran que los monos son capaces de urdir trampas y estrategias con otros ejemplares de la especie para desbancar a los jefes del grupo. Lo único que no hacen es dialogar. Por eso resulta tan difícil hablar con algunos políticos, es tan difícil como dialogar con un chimpancé, y el diálogo es la base de la acción política. Ya decía Hegel que es inútil dar a masticar libros a un perro”. (Gustavo Bueno) (Pensador y filósofo español)
José Ortega y Gasset escribía que “Quien quiere tener ideas necesita antes disponerse a querer la verdad y aceptar las reglas del juego que ella imponga” Y más adelante agregaba lo siguiente: “Si alguien en su discusión con nosotros se desinteresa de ajustarse a la verdad, si no tiene la voluntad de ser verídico, es intelectualmente un bárbaro”
Y aunque los bárbaros suelen vencer, jamás han logrado convencer, como le espetó Don Miguel de Unamuno a los triunfantes facciosos de Franco en la guerra civil española.
Pero si el objetivo es vencer a cualquier precio, siempre habrá quienes estén dispuestos a pagar ese peaje.
Cuando la política se transforma simplemente en una etiqueta que distingue a “los nuestros” (los buenos, los correctos) de “los otros” (los malvados o equivocados, a quienes hay que aplastar), se desvanece la noción de verdad y solo permanece el objetivo de vencer, y en consecuencia carece de sentido dialogar.
No es extraño entonces que la búsqueda de este escenario maniqueísta en blanco y negro, haya sido históricamente el favorito de todos los que carentes de argumentos racionales para justificar los medios que utilizan para alcanzar sus objetivos políticos. Muchos lo han utilizado para demonizar al adversario, y de esa manera anestesiar la conciencia colectiva propia y ajena, antes de cometer atropellos y alcaldadas de toda índole contra los derechos de las personas, de los pueblos y aún de la propia raza humana.
Hay muchos ejemplos actuales y pasados, pero basta recordar algunos pocos titulares:
Ø La raza superior contra las razas inferiores.
Ø El partido de Dios contra los infieles.
Ø El eje del bien contra el eje del mal.
Ø La clase obrera contra la burguesía explotadora.
Ubicados en este esquema de confrontación irracional, la emotividad, la fe en el líder, el sentido de pertenencia a una causa justa, y en especial la existencia de un enemigo malo e injusto al que hay que derrotar a cualquier precio, vuelve obsoleto el lenguaje argumental y lo único que importa es el color de la camiseta de cada quién. Tal cual ocurre en los estadios de fútbol con el comportamiento neurótico de las tristemente célebres barras bravas de los clubes famosos. En tales circunstancias, ese instrumento 100% humano, que es el uso del lenguaje para dialogar, se devalúa penosamente hasta caer por debajo de la cota del pithecanthropus erectus.
Pero este comportamiento no es exclusivo de los enfrentamientos humanos en el campo bélico o de esa patología social vinculada a la violencia urbana como son las barras bravas. Lamentablemente hay veces que esa misma irracionalidad se traslada a un terreno que se supone superior y más civilizado: el de la confrontación civilizada de las ideas políticas, cuyo punto más alto en las democracias representativas se alcanza en el momento de elegir las autoridades nacionales. Como el que estamos viviendo ahora en el Uruguay.
El Frente Amplio – Encuentro Progresista - Nueva Mayoría se ha propuesto vencer a cualquier precio estas elecciones y para ello ha desarrollado la estrategia de marras, con el objetivo de que los uruguayos nos limitemos a elegir, con mucha adrenalina y muy poca neurona, entre el bando de los “buenos” y el de “los malos”.
Un escenario donde naturalmente ellos son los “buenos”, y “los otros” son los malos.
Esta forma de encarar la contienda electoral, evitando la argumentación racional, el debate de ideas, apelando al bombardeo mediático con eslóganes de fácil digestión, apuntando directamente a lo hormonal, utilizando el lenguaje de la misma forma que los señores de la guerra arengaban a sus tropas antes de una batalla en la antigüedad; lo que está haciendo es prescindir de una de las cuatro funciones que Popper atribuye al lenguaje, la función argumentativa, que es la de mayor nivel y singularmente humana, manteniendo sólo las funciones expresiva y desencadenante, que son las que compartimos con el lenguaje de los animales.
En un artículo de Fernando Savater, podemos apreciar como el filósofo español se refiere precisamente a este uso regresivo del lenguaje constreñido a una función exclusiva, la demarcatoria. Cuenta que de vez en cuando los periodistas le telefonean para pedirle su opinión a favor o en contra de algo: “Lo único que les interesa es saber si tienen que apuntarme en la lista de los unos o de los otros, de los tirios o los troyanos, de los partidarios o de los adversarios. Las razones que a mi juicio fundamentan esa opción, les resultan completamente irrelevantes (...). Este menosprecio de la argumentación me resulta uno de los rasgos más angustiantes de nuestra cotidianeidad.”
En esta estrategia de vencer mediante la demonización del adversario, debatir públicamente no sólo carece de sentido, sino que es peligroso y hasta contraproducente, porque la confrontación de argumentos no sólo puede demostrar que la verdad no es patrimonio exclusivo de nadie, sino que además puede demostrar que “el otro” no es un ser tan malvado como lo pintan los spots publicitarios y la prensa amarillista que hace el trabajo sucio a los “buenos” de la película. Asimismo puede evidenciar que existen inexplicables coincidencias programáticas con los “buenos”, o peor todavía, puede ocurrir que los “buenos” no sepan explicar bien porqué ellos son los “buenos” y los “otros” son los “malos”.
En ese escenario electoral que la dirigencia frentista – encuentrista - neomayorista ha elegido, es fácil entender porque el Dr. Vázquez se niega a intercambiar puntos de vista públicamente sobre su plan de gobierno con los “otros” candidatos presidenciales. Y además, con ese estilo peligrosamente autoritario que cada tanto desdibuja la cuidada imagen de predicador electrónico que cultiva, prohíbe tajantemente al resto de los integrantes de su fuerza política que debatan con nadie.
El Dr. Vázquez pretende vencer estas elecciones sin usar el único instrumento que nos diferencia de los animales: el lenguaje argumentativo, el intercambio de ideas, el diálogo.
Igual que los chimpancés.
Montevideo, octubre de 2004