
¿Hacer o no hacer? Es una muy buena pregunta, ya que generalmente el que hace o dice, asoma la cabeza en la trinchera de la vida. Exponiéndose a los fuegos cruzados, algunas veces ideológicas, otras interpretativas, en muchos casos de mentes moldeadas y cerradas. Para muchos el hacer es opinar desde su óptica sesgada y sólo aceptar lo bueno, que él cree y que él ve.
Se molesta y hasta llega a condicionar lo que pueda, si no se realiza obvio, su caprichito ideológico. Nos cerramos tanto en nuestras posturas, que hasta leemos interpretando a nuestro gusto. Anulando de una codazo, todo lo que no coincide con nuestro pensamiento. Cerrándose, a un mundo sin fronteras, donde los únicos limites, son aquellos que nosotros le impongamos. Las fronteras son el velo, que encierran nuestra propia apertura. Vemos un mundo que se abre, y nos encerramos detrás de una cofa, retrocediendo en el tiempo.
Quizás algún lector, se haya puesto a pensar, como es posible que viviendo un mundo de cuasi Libertinaje, nos podamos encerrar en sistemas, y para no herir a nadie en particular, diría sistemas que vemos diariamente como el de Medio Oriente o como dicen los anglo sajones Middle Est.
Quedaron ya en el recuerdo los estudios liceales de la Mesopotamia, donde todo parecía florecer hace cientos de años y hoy vemos a los uruguayitos, ¡!que avanzados que estamos con respecto a ellos!!. Podríamos seguir numerando retrasos del ser humano en diversos países y por las más disímiles circunstancia.
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Pero voy a conformarme con el privilegio de haber nacido Oriental, de tener la magnífica posibilidad de ser libre, entenderlo y aplicarlo, pudiendo realizar en mi vida lo que deseo dentro del respeto a los demás y las limitaciones lógicas que me imponen las ‘’ arcas económicas’’
Lógicamente que no me permite mi humildad, el salir todos los días en el auto, (Ferrari)
Pero tampoco lo extraño y utilizo el viejo y querido 89.
Ya que aprendí que en éstos tiempos, la Estadística donde figura que cada ciudadano que viste Levi,s, usa alpargatas rueda, toma mate y la vieja le sustenta, es el que menos se predispone a expandir su pensamiento.
No existe en mi por las razones naturales de la existencia humana, pero veo que muchos aún andan mimoseando esa ternura perdida. Andan por los andariveles de la vida soñando en la Ferrari, aspirando un mundo mejor desde su óptica, para otros. Usando ropita de marca y remeritas Lacoste, pero sueñan con un mundo cerrado, donde todos caminemos de pijamas, del mismo color y cuasi con el mismo ‘’olor’’.
Al ver que el Mundo no se entiende, uso el único artilugio malvado, la palabra.
Oral o escrita, lo mismo da, la llevará el viento y quedará prendida de los más inéditos rincones.
La generosidad de ésta gran carretera me ha puesto en las manos un artículo que escribiera, Edu del Centenario, después de leerlo entendí que por algo la usan los muchachos rubios al norte de México.
Es o puede transformarse en destructiva. (al menos ellos la usaron así, manejando la palabra, sólo apretaron un poco a los presos.)
Y al final de cuentas la usa todo el mundo para convertirnos a su credo.
Pero cual deberá ser el tono de ésta, ¿para convencernos?
Ya que no veo que el tono despotricado sea útil.
Tampoco veo en la demagogia discursiva un potencial convencimiento.
Observo que por más que caminemos en el mundo ‘’existe una sola gran receta’’
Haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago.
Rodamos como los cantos rodados de los Arroyos y Ríos de la pradera uruguaya. Al santo botón, queriendo imponer recetas que ni el propio maestro utiliza más, ¿porqué? Simple, el mundo avanza y andamos insertos en él, debiendo acomodar la cintura o perecer en el intento.
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