Año II - Nº 98 - Uruguay, 01 de octubre del 2004
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- La derrota de Tabaré Vázquez
- Una luz en las tinieblas
- Mecenas y Mentiras
- Cuando un amigo se va
- Rocha se desnuda
- Por los pueblos de Almería: Una visita a Dalías y su entorno
- Herencia Artiguista
- ¿Si esta es la campaña, las ideas dónde están?

- Varias carreras muy necesarias

- Au Revoir Tristesse
- Gatúbela llega arañando a la cartelera montevideana
- Camarones Gigantes
- Las Propuestas de Nuestros Candidatos
- El rapto de Morgan
- Papá, cuéntame otra vez
- 13 de agosto 1927: Péricles Azambuja Historiador y Periodista ejemplar
- Anécdotas Bancarias: Puntos de Vista
- Deportivísimo
- Noticias de España
- Dimes y Diretes de la Política
- Espectáculos: La Movida Jóven I
- Música y Belleza
- El parque de la ilusión
- El sueldo del Presidente y las Autonomías Municipales
- Así Somos: Fiesta Nacional de la Primavera
- Sin más comentarios
- Ecos de la Semana
- Hurgando en la Web: Historia de Internet
- Bitácora Política
- Bitácora Uruguaya
- Información Ciudadana
- La Cocina Uruguaya
- Rincón de Sentimientos
- El Interior también existe
- Olvidémonos de las Pálidas
- Las Locuras de El Marinero
- Cartas de Lectores

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"El parque de la Ilusión"
por: Walter Amaro
Sydney/Australia

Describir los sentimientos y sensaciones que alberga ese pequeño músculo llamado corazón, parece tarea asignada a personas muy sensibles o en su defecto, sumamente compenetradas con el comportamiento humano. Por lo menos en el concepto de nuestra modesta opinión.
Algunos, sin embargo, dicen que ese órgano vital es el motor de odios y pasiones, mientras otros señalan que alguna parte del cerebro es la que dicta esos actos que, en ocasiones, raya en lo quijotesco.

Nuestra nota de hoy tratará de describir, si es que se puede ingresar en el mundo de la fantasía, a un artista o artesano o, de repente, nos animaríamos a puntualizar con más precisión, a un hombre maduro que aun tiene la capacidad de soñar, y preservar en sus retinas y en las legañas del pasado, el parque de las ilusiones de muchos uruguayos: nuestro querido y recordado Parque Rodó.

Ese viejo y emblemático lugar de recreo, orientado hacia la playa Ramírez , que en algún pasaje del tiempo cobijara los sueños de muchos montevideanos . Ese bonito y descuidado espacio verde que nos viera "dar una vuelta" en el lomo de algún "petizo" en nuestra niñez, pedalear hasta la fatiga en los deslizadores del lago y sostener una conversación mate por medio con algún amigo luego, cuando la falta de oportunidades ya, nos empezaba a poner el rótulo de emigrantes en el orillo.

De todas formas, también nos permitió disfrutar las cortas pero agradables tardecitas primaverales en un ambiente cargado de aromas de plantas y eucaliptus, donde nos arrullarnos -por que no decirlo- junto a la noviecita que luego sería nuestra abnegada e insustituible compañera en los desvanes del tiempo.
Más allá, donde los críos ponen cara de asombro, y el mágico mundo de la diversión abre sus puertas, a niños y abuelos, se descubre a nuestros ojos ese parque de diversiones que todos quisiéramos visitar nuevamente, y sus recordados y chirriantes juegos mecánicos, del cual, en estos pagos australianos, quiera creerlo o no, tenemos una hermosa réplica.

Oscar y Mabel Castro son, por describirlos en su justa dimensión, dos encantadores uruguayos que pertenecen al grupo de los "porfiados" del cual habláramos en notas anteriores. Humildes y solidarios en su esencia, y luchadores incansables en pos de mantener nuestro arte y cultura en esta isla continente. Mabel por allí, encaramada en los escenarios teatrales de nuestra comunidad desarrollando con soltura su arte escénico, y colaborando y motivando a la vez, la dura y larga tarea que Oscar se ha impuesto en estos últimos 6 o 7 años: recrear una maqueta-réplica del Parque Rodó en miniatura.

Este trabajo prolijo y rico en matices, ha sido exhibido en ciudades vecinas como Brisbane, donde fue centro de atención por cuatro semanas. Fue invitado recientemente a presentarse en una exposición en la localidad de Merrylands en Sydney, y hace apenas poco más de un mes, sorprendió a la comunidad de habla hispana de Nueva Gales del Sur, con la presentación de su parque de ilusiones en el Primer Encuentro Iberoamericano de Arte realizado en la localidad de Smithfield.

Sin ningún lugar a dudas, es patético que muchos emigrantes conservan su lugar de nacimiento anidado en lo más profundo de sus recuerdos. La memoria, a medida que pasa el tiempo, puede llevarnos por complicados vericuetos que van entre la realidad y la fantasía, pero nuestro corazón sigue dictándonos conciente o inconcientemente la pureza del amor y la nostálgia a través de sus sentimientos.
Sin embargo, Oscar nunca perdió el timón de sus convicciones, y trata de reflejar, mediante una larga y paciente rutina, el lugar donde orejeó la dicha junto a sus mayores hace más de medio siglo, y arrancó sonrisas y momentos innolvidables en el rostro de sus hijos cuando la vida le ofertó el tesoro de la paternidad.

"La calesita", la "rueda gigante" "el gusano loco" y una decena más de juegos que culminan con la reciente creación del "pulpo", son un testimonio de "cosas" que vivimos en el seno de nuestra comunidad gracias a las manos de Oscar. Son en síntesis, sueños que se niegan a morir en el anonimato ante la asimilación de una nueva cultura en Australia. Porque quiérase o no, seguimos aferrados a un pasado que tiene más de treinta años.
Tal vez hablemos un idioma agringado que despierte la risa de quienes son "locatarios", y conduscámos el vehículo por los carriles que corresponden como si fueramos llegados de otro planeta, y que cada vez que abrimos la boca nos preguntan de "donde venimos". Pero de una cosa estoy seguro, y es que mientras haya "oscares" y "mabeles" por esto pagos mantendremos abierto el Parque de la Ilusión, El mismo que en forma pequeña, tiende un puente de 14 mil kilómetros con la patria grande y allí le llaman Parque Rodó.
¿Te das una vueltita en alguno de estos juegos?