El rapto de Morgan..
Escribe: Dr. Enrique Rimbaud
Ayer fue un día lluvioso, muy lluvioso, sufriendo los coletazos de la racha de huracanes de esta ultima semana, pero para que no digan que no lo intentamos, nos embarcamos en la camioneta con los conferencistas llegados al seminario hasta ahora, Antonio de Italia, y Beatriz, Enrique, Jorge y Rocío de México, atravesando la montaña para llegar a Pochomil, una de nuestras playas favoritas…
La delegación se completaba con la Rubia y por supuesto, Morgan, nuestro perro casisagua pero tan querido…
Al llegar, elegimos un ranchón con el techo de palma lo mas intacto posible, tratando de que la lluvia por lo menos no nos aguara el día, pedimos unos tragos, una “picadita” (boquitas) variada, con langosta, camarones, ostiones, conchas negras, ceviche y tostones, y nos dedicamos a disfrutar del día y disfrutarnos, tocando la guitarra donde terciaron los boleros de Enrique y las baladas de mi Rubia…
Desde el inicio, Morgan dio algunos problemas, primero, dejo una gallina del restaurante en estado de coma, y luego, se dedico todo el día a galantear unas perras que por allí merodeaban, lo que significo que se peleara con los otros perros…
En un momento de la tarde de un día ameno, donde el ron nunca falto y el ruido del pacifico invitaba a tirarse a dormitar en las hamacas colgadas del ranchón, la rubia nota que Morgan hace rato que no aparecía y se dedica a buscarlo…
Primero, la constatación terrible de que hace ya tiempo que no se nota su presencia, afirmada por el mozo, luego, la desinformación, dos o tres chavalos diciendo que vieron cuando se lo llevaban en una camioneta, tras cartón, la rubia convertida en un férreo y sagaz detective, ubica a los secuestradores, quienes ya tenían el perro atado en su casa y estaban parapetados esperando a las fuerzas de choque…
Tras una acalorada y ardiente negociación, los secuestradores exigieron el rescate, y tuvimos que pagar 5 dólares americanos para que nos devolvieran a Morgan, quien al rato, estaba feliz y contento agitando su cola entre nosotros nuevamente…
Que atropello, que zozobra, que inseguridad… el mundo esta loco realmente…
Pero las emociones no terminaban ahí para Morgan, dado que al regreso, pasamos por la casa de Gabriela, donde subimos a la camioneta un Pelibuey, quien se dio de topetazos contra el perro hasta que llegamos, Morgan, caballeroso, sabiendo del resto de vida que le quedaba al pobre ovino, hizo caso omiso de el, aguantando los golpes con la sonrisa estoica y mordaz de quien sabe el destino del otro…
Al llegar a casa, consumamos el sacrificio ritual, y Morgan sonreía cada vez que iba al fondo y veía colgada del palo de mango la carcaza de quien hace un rato lo golpeara…
Que día ajetreado!!!