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por Graciela Vera
Periodista independiente
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En el Estadio Centenario la selección de Uruguay se clasificaba campeona de la 14ª edición del Campeonato Sudamericano de Fútbol; una chica de nombre Guillermina era coronada mis Uruguay; Carlos Sabat recibía el premio de Literatura del Uruguay; nacía la cineasta Beatriz Flores Silva; la Secretaría General de la OEA recaía en nuestro país y Juan Manuel Fangio se consagraba campeón en los circuitos de Inglaterra y Alemania y ocupaba un segundo puesto en Italia.
Hechos todos que tienen por único nexo común el haber ocurrido en el año 1956, precisamente el año en que en Francia una jovencita de 18 años revolucionaba la literatura mundial con una obra que, en pocos meses y en medio del escándalo que entre los sectores conservadores había generado su forma desinhibida de escribir, la catapultaba a la fama.
Un libro atrevido para la época y para la edad de su autora que se enredó en una trama tortuosa que Françoise Quoirez, nombre verdadero que corresponde al seudónimo de Françoise Sagan, supo manejar con una elegante soltura: una joven enamorada de un hombre que por la edad podía ser su padre, una historia que ella llevó al papel con tal maestría que la novela conserva cuarenta y ocho años después, la misma fresca escabrosidad.
Resulta casi imposible separar la memoria de Françoise Sagan de ‘Bonjour tristesse’ a pesar de las casi cincuenta obras que siguieron a ésta: Dans un mois, dans un an (1957), Aimez-vous Brahms? (1959), Les merveilleux nuages (1961), La chamade (1965), Des bleus à l'âme (1972), Le lit défait (1977) y Il fait beau jour et nuit (1979), todas ellas novelas, y las obras teatrales Château en Suède (1960), Les violons parfois... (1961), Le cheval évanoui (1966), Un piano dans l'herbe (1970) y Le chien couchant (1980) y sus propias memorias (1993) con el título de Con toda mi simpatía.
Bonjour tristesse fue llevada al cine y traducida a más de veinte idiomas y de ella, se vendieron más de cuatro millones de ejemplares en un lustro, mucho más que un simple éxito comercial para la época.
A los 20 años Sagan era considerada “l’enfant terrible de la literatura francesa”; pero el éxito no fue benigno con la escritora y la atrapó en una red de drogas, alcohol y juego. Por mucho tiempo su fama estuvo ligada más al escándalo y a las carreras desenfrenadas de automóviles que a las letras.
En un póstumo homenaje el presidente de Francia, Jacques Chirac afirmó que con la muerte de Françoise Sagan el país perdía “a una de sus escritoras más brillantes y sensibles, que supo explotar las pasiones humanas” y agregó que con su original estilo había trazado un singular retrato de nuestra época.
Un retrato en el que parece no haber lugar para los últimos años de Sagan, pasados en una mecedora, soñando sin soñar o quizás buscando en sueños olvidarse de los años perdidos.
Sorprendieron sus declaraciones cuando a la publicación de sus memorias dijo "No me acuerdo de nada. Me faltan cinco años por aquí, tres por allá...". Puede ser que le hayan faltado esos años o quizás sea que haya apurado demasiado la vida y esos años se quedaran enredados en su larguísima bufanda a rayas.
A los 69 años, en medio de una ruina económica que la obligó a vender sus propiedades y a buscar refugio en casas de sus amigos, una embolia pulmonar arrebató la vida a quién muchos proclamaron como “la madonna olvidada y hasta vilipendiada de una literatura mal entendida”.
Au revoir tristesse, no será fácil que se olvide ni a Bonjour tristesse ni a Françoise Sagan.
Almería, el sur del norte, 25 septiembre 2004